Recomendación

Usa las etiquetas del menú horizontal, siempre volviendo al menú inicio después de haber revisado la entrada individual... También, puedes hacer "Control + F" y buscar, para dar con el nombre de lo que quieras.

domingo, 2 de noviembre de 2008

El cine cubano tras las zapatillas

Frank Padrón (Colaborador de Prensa Latina)

Si algo ha perseguido e intentado aprehender el inatrapable arte de la danza ha sido el cine cubano a partir de 1959.

Desde el propio surgimiento del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el abordaje de figuras, actuaciones y eventos relacionados sobre todo con el Ballet Nacional de Cuba (aunque también con otras compañías) ha sido sistemático, y en más de una ocasión, ha trascendido la mera cobertura periodística para erigirse en obras que funden la magia de ambas artes.

En las dos hay mucho de etéreo, de infinito, y las dos basan en el movimiento y la dinámica buena parte de su esencia.

El inolvidable Pastor Vega (Retrato de Teresa) lanzó la primera piedra con el corto documental Alicia en los países maravillosos (1962), que sólo en 10 minutos seguía con precisión una gira de nuestra máxima institución danzaria por la Europa socialista, con su directora y principal figura, Alicia Alonso.

A partir de entonces, las cámaras no se han detenido intentando perseguir sus triunfos, glorias dentro y fuera del patio, y en especial acercándose a esa leyenda que ha conformado la de la compañía toda: la prima ballerina assoluta .

Sobre ella o algunas de sus actuaciones (inmortalizadas en no poca medida gracias al cine) han sido la mayoría de los documentales generados, desde Giselle (1964), largometraje de Enrique Pineda Barnet en torno al indiscutido clásico hecho simbiosis con su intérprete, hasta el reciente La danza siempre (1996), de Manuel Iglesias, apretado recorrido por la carrera artística de Alicia, a través de materiales filmados de 1947 a 1991, pasando por el corto Un retablo para Romeo y Julieta (1971), donde Antonio Fernández Reboiro recreaba la tragedia shakespereana desde el lenguaje danzario.

O Nos veremos ayer noche, Margarita (1972), de Juan Carlos Tabío, un mediometraje sobre el ballet homónimo protagonizado por la maestra, sin olvidar Imágenes de tres ballets, en los que Víctor Casaus dejaba su impronta fílmica en torno a otros por ella regidos: La fille mal gardée, Coppelia y Don Quijote.

El propio cineasta y poeta se acercaría de modo más personal a la gran bailarina en su largometraje Alicia (1975) mediante entrevistas, materiales de archivo y fragmentos de obras, notablemente hilvanados y alternados, como lo harían después otros según sus prismas personales. Es el caso de Miriam Talavera en Espiral, de 1992, quien resalta la pasión y la entrega de quien, además de un mito, es un ser humano trabajador e incansable.

Pero no sólo ella , otras bailarinas también inspirarían a los cineastas ; digamos, Marisol Trujillo abordando a otra favorita, Rosario Suárez (Charín) en Mujer ante el espejo, (1983) aunque extrapolándola de la escena para ubicarla en otras facetas, sobre todo la de madre.

Varias ediciones de los festivales de La Habana, han encontrado reflejo en el lente fílmico de Melchor Casals (Programa de ballet, 1974), Bernabé Hernández (VI Festival Internacional de ballet, 1978), una vez más Pineda Barnet (Ensayo Romántico, 1985) y Marisol Trujillo (A escena, 1981).

En ellos han aparecido ilustres visitantes que han compartido con los nuestros, como ocurrió con el célebre bailarín soviético Vladimir Vasiliev, cuyo Encuentro con sus colegas cubanos, en especial con la directora del BNC, plasmó esa última documentalista en el título homónimo de 1981.

Fuera del palco, el cine cubano ha comentado aspectos colaterales, que se inician en la Escuela de Arte (1965, Bernabé Hernández), o lo que allí ocurre En un examen de ingreso (1975, Octavio Cortázar); la técnica del ballet como posible vía para la curación o mejoría de niños con alteraciones de conducta (práctica que surge y se utiliza en Cuba como método en la psiquiatría infantil) y de la que dejó testimonio Sergio Núñez en su excelente Psicoballet (1979).

Como vemos, por su propia naturaleza, es el documental el género reinante cuando de dar fe se trata. Una escuela, una bailarina y coreógrafa excepcionales, muchas primerísimas figuras o todo un cuerpo de baile competente y profesional desplegando su maestría en simples funciones o en grandes festivales, no podrían generar menos.

Sin embargo, la ficción se ha quedado detrás, aunque no ha estado totalmente ausente. Los experimentos intergenéricos de Reboiro o Cazals en los años 70 o la presencia de una bailarina clásica en La vida es silbar (1997), de Fernando Pérez, abren tan sólo un camino.

Pero es evidente que esos pasos y giros que a todos nos elevan el espíritu y nos enriquecen con su sensación de armonía y espiritualidad, han sido en muchas ocasiones estampados en el celuloide, memoria inmarcesible de una compañía y su principal gestora: el Ballet Nacional de Cuba y Alicia Alonso, renovándose, demostrando su clase al arribar el primero, como lo ha hecho, a sus seis décadas de vida.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu

0 comentarios: