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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Amor y desamor en las bocas de los famosos

ENCARNADA. SOLEDAD SILVEYRA LEYO LAS CARTAS QUE JORGE LUIS BORGES LE ENVIABA A ESTELA CANTO.

El poeta portugués Fernando Pessoa decía "que todas las cartas de amor son ridículas", que "cuando hay amor, tienen que ser ridículas". La invitación a actores para un nuevo maratón de Lectura en la Feria del libro era entonces también una invitación a ponerle la voz al ridículo: leer cartas de amor y desamor, unas febriles y otras rencorosas, escritas por grandes autores de la literatura universal.

Frente a la sala José Hernández de La Rural, un chico que ya es el cazador de autógrafos oficial de la Feria juntaba con una sonrisa las firmas de actrices como Cecilia Milone o Julieta Ortega. Pero el amor del público tampoco es para siempre y a los cinco minutos el chico les lanzaba su arsenal de lapiceras y autógrafos por la cabeza a los guardias de seguridad.

En la improvisada alfombra roja que lleva hasta la sala donde se celebraba el maratón de lectura, varios periodistas aprovechaban para preguntarles a los protagonistas por el amor. La actriz Cecilia Milone, vestida de negro y con unos tacos de vértigo, mostró cintura y habló de su amor a la lectura (lo primero que leyó en su vida fue Los árboles mueren de pie, de Casona, y de ahí el teatro en general) antes de ponerle la voz a cartas de Frida Kahlo ("Mi Diego, espejo de la noche").

El maratón arrancó una carta de la líder marxista Rosa Luxemburgo leída por Déborah Pérez Volpin.

En el público había un popurrí extraño. Un señor de remera verde aprovechaba para robarle besos a la chica que tenía al lado, un chiquito ponía cara de aburrimiento, dos señoras canosas se protegían (desde luego que no del sol) con lentes oscuros dentro de una sala en penumbras. Entonces Víctor Laplace subió a la escena y se convirtió durante casi diez minutos en un Oscar Wilde frágil, decepcionado, al borde del llanto. Leía la extensa carta que el poeta le escribió a Lord Douglas durante los últimos meses que pasó en prisión. Es una carta en la que se quejaba de que "los dioses son extraños (.). Nos llevan también a la ruina con lo que en nosotros es bueno".

Por la sala José Hernández pasaban amores a dos voces, como el de las cartas entre el poeta francés Paul Elouard (leído por Tony Lesting) y Gala (Mimí Ardú); trágicos y cinematográficos como el de Virginia Woolf por su marido, cuya carta de despedida leyó Julieta Ortega; otros lésbicos y cómicos como el de Alejandra Pizarnik en sus cartas a Silvina Ocampo.

Claudia Lapaco fue de las más aplaudidas de la noche cuando terminó de leer esa carta en la Pizarnik explica que lo suyo "no es una calentura, es un reconocimiento infinito", y hasta se pone brava con la despedida en que "la besa a la rusa, con variantes francesas y a la córcega".

Fue curioso oir a Federico D'Elia encarnando a un desesperado Flaubert ("Me parece que no escribo bien", decía uno de los grandes novelistas de la historia), pero más a Soledad Silveyra dándoles voz a las cartas que Jorge Luis Borges le enviaba a Estela Canto.

Ahora: el premio a la mejor decisión de casting se lo roba quienquiera que haya pensado en Silvio Soldán en el papel de Napoleón Bonaparte. "Era un lobo en piel de cordero, ese", contaba el presentador antes de entrar en la sala. "Podía parecer muy duro y serio, pero tenía un metejón terrible con esa Josefina. Estaba preocupadísimo con que lo engañara".

Soldán es, además de conductor televisivo, poeta. Dice que él lo que prefiere son las cartas románticas más que las "chanchas". Cuenta que cuando planea sus poemas "imagina situaciones y después las escribe".

¿Y piensa en mujeres para escribir, Soldán?

-Sí, siempre en en minas. ¿Qué querés?

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